En psicología es bastante común que lleguen personas con el motivo de consulta de «gestión de las emociones», muy a menudo como si las emociones fueran «entes» ajenos a nosotros que nos juegan malas pasadas en nuestra vida y que necesitamos de alguna manera eliminar o controlar. Incluso hay personas que mencionan que les gustaría no sentir emociones ya que les distorsionan hasta tal punto que no les dejan conseguir lo que quieren.
Y si algunas emociones (sobre todo las negativas) son tan incómodas y a veces tan incapacitantes, ¿Cómo puede ser que la evolución de la especie no las haya hecho desaparecer? precisamente por ello: las emociones han tenido una función evolutiva muy importante que nos ha permitido sobrevivir hasta hoy. Por ejemplo, ¿cómo hubiéramos podido sobrevivir si no hubiésemos sentido la rabia que nos permitió encontrar la reacción física para luchar contra los peligros que atentaban nuestras vidas, en la prehistoria?
Podemos separar entre emociones primarias y emociones secundarias:
- Emociones primarias: son aquellas emociones que sentimos y que están directamente relacionadas con algo que nos ha sucedido. Por ejemplo, si mi mascota muere, es posible que sienta tristeza.
- Emociones secundarias: son aquellas emociones que sentimos porque estamos viviendo o viendo algo que nos recuerda a alguna experiencia del pasado. Por ejemplo, mi pareja se olvida de llamarme, y esto me hace conectar con el miedo a ser abandonado debido a una experiencia de abandono anterior, y siento tristeza.
Las emociones primarias tienen sentido en relación a lo que nos sucede y suelen tener una función útil y necesaria para que pueda llegar a comprender e integrar ese suceso y para poder volver al equilibrio emocional. De hecho, el transitar emociones primarias saludables es siempre necesario e imprescindible para la «cura» emocional.
Nuestra sociedad, nos ha enseñado a sentir vergüenza por sentir emociones (sobre todo en los hombres), y hemos aprendido estrategias como la desconexión emocional para poder seguir adelante sin parar, sin dejar espacio para escuchar lo que nos dicen las emociones. Nuestra sociedad, ha idealizado el actuar en base a la razón y se ve como débil a una persona que reconoce sus emociones. Si bien es cierto que dejarnos llevar solo por las emociones podría llevarnos a situaciones no deseadas, es importante que nuestro corazón (emociones) y nuestra mente (la parte racional) puedan llegar juntas a una conclusión al analizar cómo nos afecta y cuál es la mejor manera de actuar en nuestro día a día. Lo cierto es que hemos aprendido a no escucharnos desconectándonos completamente de nuestro cuerpo. La sorpresa es que por mucho que queramos no sentir, las emociones están, y acaban saliendo. Es común la persona que de repente tiene por sorpresa un ataque de ansiedad sin saber por qué.
La tristeza es una emoción que nos lleva a la falta de energía, al querer estar solo, al llorar… cuando la emoción de tristeza es primaria y saludable se da siempre en situaciones de pérdida entendida desde un punto de vista amplio: muerte de un familiar, separación de pareja, pérdida de trabajo, cambio de vida debido a una enfermedad, etc. Es normal que en una situación así sintamos ganas de parar, estar solos y llorar, como si nuestro cuerpo nos estuviera pidiendo un autocuidado urgente al permitirnos dejar de lado cualquier obligación para digerir lo que nos ha sucedido y llorar a modo de autoconsuelo.
Toda pérdida, necesita su proceso de duelo que tiene una duración aproximada determinada. Cuando hay una pérdida, forzarnos a superarla lo más rápido posible va a llevarnos a lo contrario. Si sabemos dejarnos espacio, si sabemos no exigirnos y si nos dejamos sentir, el duelo seguramente va a seguir su curso natural hasta que podamos regresar a nuestro equilibrio emocional. En caso contrario, si se alarga mucho su duración, seguramente estaremos hablando de que ese duelo o separación no se está realizando de un modo saludable y sería aconsejable solicitar ayuda profesional para que se nos haga una valoración y quizás un acompañamiento en esa pérdida.
Bibliografía:
Emociones, una guía interna. Leslie Greenberg.